Scroll Top
LH_335_art_01b
01 | Num.335
La parábola del buen samaritano.
Una historia antigua y siempre actual.

Arnaldo Pangrazzi, m.i.
Religioso Camilo. Licenciado en Teología Pastoral Sanitaria y Doctorado en Teología.
Instituto Camillianum. Roma.

El texto es una reflexión sobre la parábola del buen samaritano y cómo cada personaje representa diferentes rasgos de la humanidad en la sociedad actual. El autor describe
seis etapas de las acciones del buen samaritano: conciencia, compasión, proximidad, compartir, responsabilidad y esperanza, y reflexiona sobre cómo aplicar estas lecciones en la sociedad actual y los desafíos que enfrentamos. Se enfatiza la importancia de la formación ética y pastoral, la integración de nuestras propias heridas para ayudar a los demás y la generación de calor humano a través de la proximidad. También se reflexiona sobre la necesidad de compartir nuestras bendiciones y asumir la responsabilidad de ser «buenos samaritanos» en nuestra sociedad actual.
 
Palabras clave: Samaritano, Sufrimiento, Salud, Humanizar
This article is a reflection on the parable of the Good Samaritan and on how each figure in it represents different traits of humanity in today’s society. The author describes six
stages of the Good Samaritan’s conduct: conscience, compassion, closeness, sharing, responsibility and hope, reflecting on how to apply these lessons in our contemporary
society and on the challenges that we are facing. The importance is emphasized of ethical and pastoral training, of integrating our own wounds in order to help others, and of generating of human warmth through closeness. A reflection is also made on the need to share our blessings and to accept the responsibility of being “Good Samaritans” in our society of today.
 
Keywords: Samaritan, Suffering, Health, Humanity.

En general, la historia del buen samaritano es sencilla, pero de gran profundidad humana, ética, social y espiritual.

Han pasado más de dos mil años desde que Jesús contó la parábola, pero a pesar de los grandes cambios históricos y culturales que han tenido lugar, la historia conserva su relevancia y fuerza inspiradora.

Cada personaje representa los rostros de una humanidad deshumanizada y/o deshumanizante.

Analizando la historia, en primer lugar, se cree que la infortunada víctima es la única herida en la historia, pues “se topó con los bandoleros que lo desnudaron, lo golpearon y luego se fueron, dejándolo medio muerto” (Lc 10,30).

En realidad, cada uno de los personajes de la historia está herido: los bandidos están socialmente heridos, pues probablemente provienen de familias marcadas por la pobreza y la violencia y han heredado sus rasgos; el levita y el sacerdote están heridos por las expectativas y condicionamientos religiosos de la época, que mortificaron sus corazones y su humanidad; el posadero vive quizás en una situación de precariedad económica y ciertamente de inadecuación profesional; el samaritano está herido a nivel psicosocial, ya que pertenece a un pueblo juzgado por los judíos como impuro y marginado.

En segundo lugar, cada uno de los personajes manifiesta rasgos de una humanidad deshumanizada o deshumanizante que, traducidos al contexto actual, reconocemos dentro y alrededor de nosotros.

Destaquemos algunas manifestaciones:

Los bandoleros: representan a los explotadores de los débiles, los corruptos, los manipuladores, los que roban a la gente la vida y la esperanza las personas irresponsables, los que explotan a los demás con sus acciones, sus palabras, sus prácticas. En el mundo de la salud podrían ser las multinacionales farmacéuticas, esas que cobran precios desorbitados por una visita médica o especializada, los profesionales sin corazón ni humanidad.

Los desafortunados: representan a todos aquellos que experimentan las diferentes fragilidades humanas relacionadas con el sufrimiento físico, mental, social, psicológico y espiritual. En el curso de la existencia todos, tarde o temprano, asumen la apariencia y el papel de la persona agredida, mortificada, humillada, abandonada, despojada de su dignidad, individualidad y singularidad.

El Sacerdote y el Levita: Representan a todos los que están atentos a las reglas y legalidades y descuidar a las personas o matan el espíritu. Son un espejo de esa humanidad que está atenta a la imagen, a los roles, títulos, privilegios, formalidades, pero le falta humanidad, le falta de espíritu misionero. En este sentido, el Papa Francisco advierte contra el peligro de la «globalización de la indiferencia» y dice «prefiero una Iglesia accidentada, herida y sucia por haber salido a la calle, que una Iglesia enferma por el cierre y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (Evangelii Gaudium, Exhortación Apostólica, Roma 2013, n. 49).

 

El burro: Los burros son a menudo los sujetos olvidados, porque no juegan papeles importantes, no tienen el micrófono en la mano, no tienen títulos académicos. En las instituciones de salud son las personas que, con frecuencia, tapan los agujeros, sembrando cientos de pequeños gestos de bondad y solidaridad que no registran las crónicas. Los burros son personas humildes, vestidas de benevolencia, a veces los voluntarios que apoyan el trabajo de los profesionales.

El posadero: representa a todos aquellos que sean propietarios o administradores de establecimientos de salud, tales como: hospitales, centros de atención al adulto mayor, clínicas, salas de emergencia, centros de salud, ambulatorios, etc. La tentación es transformar estos lugares destinados al cuidado en lugares de poder político, poner en el centro los intereses económicos en lugar de la centralidad de la persona, perseguir honores y reconocimientos en lugar de preocuparse por el bienestar de los que sufren.

El buen samaritano: representa a todos aquellos que son considerados personas de segunda en la sociedad y en el mundo de la salud: no cuentan por su condición social, por el color de su piel, por la religión que profesan, por los prejuicios que les acompañan, por la pobreza que manifiestan, por la falta de cultura que demuestran, por haber nacido o crecido en ambientes vilipendiados, subdesarrollados o en guerra. Pensamos en los millones de emigrantes, marginados o mendigos que buscan trabajo, supervivencia, aceptación, esperanza.

La parábola conserva su relevancia en la actualidad, porque en el comportamiento de los diferentes personajes hay un poco de nosotros, aunque idealmente nos gustaría ubicarnos siempre en el papel del buen samaritano.

En realidad, también nosotros somos a veces «desafortunados», incomprendidos o heridos; frecuentemente ante las escenas que llaman a la escucha pasamos de largo, como el sacerdote y el levita, porque estamos atrapados en otras urgencias e intereses; a veces nos encontramos en el papel de burros que tienen que hacerse cargo de cosas que otros han dejado sin terminar; en algunas ocasiones, digámoslo en voz baja, también nosotros podríamos comportarnos como bandoleros despojando a otros de su dignidad con nuestras críticas injustas o con nuestra envidia; y no faltan ocasiones en las que también nosotros, como el dueño de la posada, podemos aprovechar nuestro papel, nuestro poder dentro de una estructura para obtener beneficios prácticos, monetarios o profesionales.

En resumen, las inclinaciones de nuestra fragilidad humana pueden llevarnos todos los días o en diferentes circunstancias a asumir sea una sea otra de las actitudes ilustradas.

01 | Las improntas del buen samaritano: implicaciones y desafíos

El icono del Buen Samaritano, con sus actitudes y acciones, ha iluminado siempre la acción de todos aquellos que pretenden estar cerca, humana y profesionalmente, de los que sufren.

El samaritano supo transformar su herida en solidaridad; igualmente todos los que ayudan parten de la premisa de que ellos mismos están heridos y llamados a un trabajo de autocuración constante a través del cuidado de otras personas que sufren.

Recorramos, pues, el itinerario en seis etapas trazado por el buen samaritano y tratemos de captar sus implicaciones y desafíos para nuestra realidad actual.

01 | 01 Consciencia: "Él lo vio"

Los tres protagonistas de la historia (el sacerdote, el levita, el samaritano) se encuentran con la víctima, pero todos lo ven con ojos y corazones diferentes. Los dos primeros lo observan rápidamente y pasan, porque condicionados por la cultura religiosa judía que señalaba que los hombres de Dios debían dedicarse a las cosas sagradas, al culto, a la oración, al sacrificio y al respeto a la ley, y no debían mancharse las manos de sangre al socorrer a los heridos.

Incluso el samaritano ve a la víctima, pero se siente interpelado por una escena dramática que no lo deja indiferente. Además, en sus viajes lleva consigo los medios de primeros auxilios dictados por la prudencia y el sentido común.

La aplicación de este “Él lo vio” para nosotros implica la conciencia de acercarnos a los que sufren a través de un camino de formación humana, profesional, ética y pastoral. No basta la buena voluntad, necesitamos humildad y sabiduría para acercarnos al sufrimiento apoyados en caminos educativos y prácticos que moldeen nuestra mente, nuestro corazón y nuestro comportamiento para ser sensibles, humildes y atentos en el acercamiento a los diferentes rostros del sufrimiento humano.

01 | 02 Compasión: «Tuvo compasión»

En el rostro del desafortunado samaritano, tal vez reconoce huellas de sus heridas y de su condición de samaritano, herido y mortificado en su dignidad. La mirada del samaritano se deja tocar y conmover por las trágicas condiciones en que se encuentra el desdichado, por lo que interrumpe su camino, cambia sus prioridades y se deja guiar por el corazón, sin dejarse influir por patrones culturales o barreras sociales en su actuación. La compasión no es piedad ni superioridad, sino dejarse sacudir y conmover por el sufrimiento de los demás.

La aplicación de este segundo pasaje «tuvo compasión» implica para todo el que ayuda, de cualquier función o competencia, el arte de integrar las propias heridas como base y premisa para poder ofrecer escucha, empatía y ayuda a los que sufren. El desafío consiste en interiorizar la metáfora del «sanador herido» en el ejercicio de la profesión o del ministerio, en la conciencia de que todos somos, al mismo tiempo, ayudantes y ayudados, sanadores y heridos, profesores y alumnos.

01 | 03 Proximidad: «Se acercó a él»

No basta sentir el estremecimiento del corazón ante las perturbadoras imágenes y cuestionar, es preciso moverse, actuar, responder a cuestiones críticas.

El acercarse del samaritano es quizás el pasaje clave de la historia, porque al romper las distancias físicas y culturales, es cuando se produce el encuentro entre el salvador y el rescatado. Las dos etapas anteriores, conciencia y compasión, habrían quedado estériles sin esta implicación concreta.

La aplicación hoy día de este tercer pasaje “se acercó a él” implica el desafío de ser generadores de calor humano a través del don de la proximidad. El tiempo de la pandemia ha arrasado con esta dimensión profundamente humana de las relaciones a través del contacto, del apretón de manos, de la sonrisa. El uso continuado de mascarillas, el recurso a la distancia en lugar de la proximidad, como reglas para evitar la propagación del Covid, han multiplicado las soledades, los vacíos de comunicación, la imposibilidad de acompañar o despedir a los seres queridos. Ha sido un período histórico que ha deshumanizado los hospitales y las residencias de ancianos, el voluntariado, la muerte y las experiencias de duelo. Ahora, poco a poco vamos recuperando la proximidad, el trato personalizado, el sentido de los gestos y la presencia.

01 | 04 Compartir: «Vendó sus heridas, echándole aceite y vino»

El samaritano no llega al lugar del delito con las manos vacías, sino que trae consigo tres recursos preciosos: aceite, vino y vendas. El aceite, desde la antigüedad, era usado como bálsamo para aliviar el sufrimiento, el vino que da fuerza, y el cubrir las heridas con vendas para protegerlas de infecciones es un gesto que habla de amor y protección. Esta intervención recuerda acciones que representan el arte de curar.

La aplicación actual de este cuarto pasaje “Vendó sus heridas echándole aceite y vino” se refiere al desafío de saber sacar a la luz una variedad de recursos, para aliviar y curar las heridas de los enfermos. Los recursos, de naturaleza múltiple, son ofrecidos por diversos especialistas formados en el arte de cuidar e incluyen: recursos materiales y estructurales (por ejemplo, poder contar con la disponibilidad de instalaciones hospitalarias, medicamentos, recursos tecnológicos y de diagnóstico), recursos profesionales (médicos, enfermeras, psicólogos, trabajadores sociales…), recursos religiosos (asistentes espirituales o representantes de varias religiones).

01 | 05 Acompañamiento: «Entonces cargándolo en su burro, lo llevó a una posada y lo cuidó"

El samaritano, después de haberse hecho cargo de una situación de emergencia, organiza un plan de ayuda más estructurado tratando de proporcionar un lugar para asistir mejor al desafortunado, garantizando el decoro de un techo para protegerlo. Pero no puede llevar a cabo esta misión solo, solo con sus propias fuerzas. Lo que a menudo se olvida en esta fase de la historia es el valor del burro que, inicialmente, permanece como espectador silencioso del incidente, pero luego es llamado a una tarea de colaboración activa: ser el portador de la víctima. Es una especie de ambulancia de aquellos tiempos o el ministro de transporte sin billetera. Después de todo, el samaritano no hubiera podido cargar al desafortunado sobre sus hombros, pero, gracias a la presencia del burro, el proyecto de auxilio se reviste de esperanza y se lleva a cabo con éxito.

La aplicación en la actualidad de este quinto pasaje «luego cargándolo en su jumento…», recuerda la importancia del acompañamiento, es decir saber recorrer un tramo de camino con alguien que se siente solo y desanimado, con alguien que es tentado a rendirse, porque están cansados ​​y exasperados, con los que están amargados, porque los golpea un destino que creen no merecer, con los que buscan sentido en todo lo que sucede. El acompañamiento se basa en la relación de ayuda con quien sufre, en la centralidad del paciente, en el acercamiento integral a las personas. Además, el desafío también consiste en crear caminos de atención mediante la planificación. Cada proyecto se basa en el análisis de la realidad, en la identificación de necesidades, en la elaboración de objetivos, en la distribución de tareas y responsabilidades, en la evaluación de resultados.

01 | 06 Colaboración: "Al día siguiente tomó dos denarios y se los dio al posadero diciéndole: cuídalo y lo que gastes de más te lo abonaré a mi regreso".

Un aspecto a destacar de la historia es que el samaritano, una vez ha llegado a la posada, no «descarga» al herido en la puerta, para reanudar inmediatamente su viaje y sus deberes. Es consciente de la criticidad de la situación y decide permanecer en vela junto al desafortunado durante toda la noche, sacrificando sus compromisos personales, familiares y profesionales.

Otro aspecto llamativo es la actitud del posadero que decide acoger al desgraciado. Desconocemos las razones que lo llevaron a tan exigente elección, dado que no era médico ni enfermero, sino administrador. Quizás le llamó la atención la actitud del samaritano o quizás necesitaba una compensación económica.

Ciertamente no descartamos la hipótesis de que ha aprendido el arte de curar observando y aprendiendo del samaritano durante la noche.

Este último, al día siguiente, le encomienda la continuidad de los cuidados y paga personalmente por los gastos ocasionados y se compromete a saldar cualquier otra deuda a su regreso.

La aplicación actual de este sexto pasaje «Al día siguiente sacó…» es el desafío, para todos aquellos que deseen seguir el ejemplo del buen samaritano, de colaborar juntos para humanizar los lugares de sufrimiento.

 

Después de veinte siglos de distancia, podemos decir que esta última pieza de la parábola es la que más ha crecido.

La posada ha sido sustituida por hospitales, urgencias, centros de reanimación y rehabilitación, por hospitales.

El posadero ha sido reemplazado por cirujanos, radiólogos, ortopedistas, anestesistas, cardiólogos, enfermeros, auxiliares, técnicos, trabajadores sociales, psicólogos, capellanes.

Este sinfín de especialistas, comprometidos con aliviar el sufrimiento humano, está llamado a colaborar para servir mejor al enfermo.

La primera forma de colaboración es dentro del equipo, pero luego incluye la colaboración con las familias de los enfermos, con el sector del voluntariado, con los centros de escucha, con el territorio.

Cada uno es una gota de agua en un mar de necesidad, pero muchas gotas de agua juntas forman arroyos, arroyos que fluyen juntos forman ríos y ríos desembocan en el mar.

Nadie puede pretender responder solo a las múltiples necesidades del que sufre.

En la medida en que los agentes de salud y pastoral estén suficientemente motivados para seguir formándose, lo suficientemente humildes como para permitir que los enfermos para ser sus maestros, lo suficientemente sabios como para saber qué «aceite» y «vino» verter sobre las heridas de la víctima y bastante abiertos para colaborar con otros al servicio del enfermo, se vive el espíritu de la parábola y se contribuye a humanizar el mundo de la salud.

Dejar un comentario

dos × cinco =