
En el marco del segundo encuentro DIALOGA, celebrado en Barcelona bajo el lema Hospitalidad Participativa, más de 300 directivos de San Juan de Dios España se reunieron para reflexionar sobre los desafíos y el rumbo de la institución. Entre mesas redondas y sesiones temáticas, el evento contó con tres intervenciones clave que marcaron el tono y la profundidad del encuentro: la inauguración a cargo del director general de San Juan de Dios España, Juan José Afonso; el discurso del superior general de la Orden, Hermano Pascal Ahodegnon; y la clausura a cargo del superior provincial, Hermano Amador Fernández. Estas tres voces ofrecieron una visión complementaria y estratégica sobre la necesidad de unidad, compromiso colectivo con la vulnerabilidad y la transformación continua de la organización, destacando la importancia del trabajo conjunto y la reflexión compartida para seguir construyendo una institución sólida, humana y coherente con su misión.
Juan José Afonso Rodríguez
Director general de Centros. San Juan de Dios España.
Buenos días y bienvenidos, compañeros de esta gran familia “de” y “para” la hospitalidad.
Gracias, de corazón, por estar hoy aquí en este encuentro tan especial: DIALOGA 25. Un espacio que hemos concebido, no solo como una cita donde vernos cada año, sino como una oportunidad para reconocernos, para mirar hacia el futuro todos juntos y, sobre todo, para escucharnos reflexionando sobre temas de destacada relevancia en la sociedad de la que formamos parte y a la que servimos para idealmente mejorarla.
Lo hacemos con el propósito de escucharnos sin ambages. Porque en San Juan de Dios sabemos que los grandes cambios, los que transforman, no nacen en despachos ni en informes. Nacen en las conversaciones honestas, en los espacios de confianza, en las miradas de complicidad y en el día a día de nuestros centros donde todos y cada uno de vosotros, sea desde el puesto que sea, atendéis y contribuís a las personas que se nos acercan haciendo cada uno, desde su función, que la Hospitalidad sea el motor de nuestra actividad. Un motor que, por cierto, hay que mantener muy bien engrasado.
No quiero comenzar sin agradecer la presencia de la representación de la Fundación Hospitalarias de España. Esta institución hermana, con la que tanto compartimos y con quienes cada día avanzamos en nuevos proyectos que impulsan y agrandan los espacios de hospitalidad con un propósito que compartimos desde siempre. Muchas gracias por acompañarnos.

También agradezco a nuestros queridos Hermanos de la provincia portuguesa: “É com grande alegria que recebemos vocês de volta para compartilhar este espaço com vocês. Um espaço comum que quanto mais universal, melhor, como nos ensinou São João de Deus” (Es con gran alegría que les damos la bienvenida de nuevo para compartir este espacio con ustedes. Un espacio común que, cuanto más universal, mejor, como nos enseñó San Juan de Dios)
Y, por supuesto, mi más profundo agradecimiento al Hermano Pascal Ahodegnon, superior general de la Orden, y a su primer consejero, el Hermano Quim Erra, por su compromiso con esta Provincia y por abrir un hueco en sus apretadas agendas para compartir con nosotros su visión de cómo seguir desarrollando la hospitalidad en un mundo cambiante, como se nos ha invitado a reflexionar en el Capítulo general celebrado el año pasado. Un capítulo que está sirviendo de fuente de inspiración para marcar el camino que todos juntos tenemos que recorrer.
Nuestro lema este año, como todos ya sabéis, es Hospitalidad Participativa; que es tanto como decir hospitalidad robustecida con el concurso de todos. Responsable, comprometida, cercana, abierta, sinodal, activa y con iniciativas, emprendedora, inconformista. La hospitalidad como esencia de lo que somos. Y la participación como la forma en que nos queremos y debemos relacionar.
La Hospitalidad Participativa es un lema que nos interpela y nos empuja a imaginar, como tantas veces escuchamos al Papa Francisco, que en paz descanse, decir: “a soñar”. Pero también nos invita a dejar atrás estructuras rígidas, jerárquicas y verticales como también nos ha indicado desde el primer día de su pontificado León XIV. Burocracias que a veces frenan más que ayudan. Nos convoca a pensar un san Juan de Dios más ágil, más transversal, más despierto, más original. Pero, sobre todo, tan comprometido con la realidad social de nuestro entorno como siempre. Y es que curar y cuidar, hoy, requiere una nueva forma de estar. Una nueva manera de mirar.
La hondura filosófica que conlleva el concepto Familia Hospitalaria nos lleva a considerar que entre todos desarrollamos la misión animados por un propósito común, como parte de un grupo sólido cohesionado, aunque diverso. Un grupo en el que jugamos diferentes papeles y prestamos diferentes servicios pero que nos anima con unos valores compartidos que intentamos transformar progresivamente en una cultura definida, delimitada y por tanto reconocible por nosotros mismos y por esa sociedad a la que servimos, y en la que estamos inmersos, a la que debemos mirar de frente.
Y hablando de mirar, no es casualidad que estemos hoy aquí, en Barcelona. Una ciudad que respira creatividad, arte, disseny, visión. Una ciudad que ha sido cuna de uno de los grandes genios de la historia del arte: Antoni Gaudí, de quien celebraremos su centenario el próximo año, por cierto, hace escasas semanas, elevado a venerable por la Iglesia como paso previo, esperamos, a su beatificación. Un hombre que no solo cambió la arquitectura, sino que cambió la forma de ver el mundo. Gaudí decía: “Nada es arte si no proviene de la naturaleza”. Y él, inspirado por esa naturaleza viva, orgánica, imperfecta, creó formas nuevas, imposibles, bellas. Fue un hombre que no se conformó con repetir. Que se atrevió a romper moldes. Que se dejó llevar por su fe, por su intuición, por su capacidad de asombro. Que construyó belleza a partir del fragmento, de lo roto, de lo diverso.
Y es aquí donde entra otro símbolo central de este encuentro: el trencadís que hemos elegido como imagen de este Dialoga 25. Esa técnica tan característica del modernismo catalán y valenciano, que consiste en utilizar fragmentos de cerámica, de loza, de vidrio, muchas veces rotos, para componer una nueva imagen, un nuevo todo. Una técnica que nos recuerda que lo roto puede recomponerse. Que lo diferente puede unirse y coordinarse. Que la belleza está en la diversidad.
Pues bien, eso aspiramos a ser. Que la Provincia seamos, como en el trencadis, algo más que la suma de centros o de territorios, que siguen teniendo entidad diferenciada cumpliendo un papel determinado, pero cohesionados y dispuestos, a servir al afán que nos ocupa a cada uno, a contribuir en la construcción de un bien superior y común a todos.
Dice San Juan de Dios en su segunda carta a Gutierre Laso: “…os doléis de los pobres como yo y todos tiramos a un blanco, aunque cada uno va por su camino como Dios es servido… razón será que nos esforcemos los unos a los otros …”
En nuestro siglo, con nuevas necesidades y vulnerabilidades, cada uno ha de atender a las que detecte, pero todos debemos coordinarnos y colaborar en una misión y propósito que viene marcado por nuestra razón de ser y nuestro devenir como Institución. Y atender al bien general y no solamente al más próximo.
Construir un trencadis es ser algo más que un conjunto de personas, de centros y de territorios. Es ir más allá de historias, de experiencias, de saberes. Porque somos singulares, de acuerdo. Pero solo cuando nos unimos desde un propósito común — y cuando la hospitalidad nos guía—, somos capaces de crear algo mucho más poderoso que la suma de las partes. Creamos comunidad en la sociedad a la que servimos. Le damos sentido completo a lo que somos.
Como decía Aristóteles: “El todo es más que la suma de las partes”. Y eso, aplicado a san Juan de Dios, es casi una definición operativa.
Y vaya si somos operativos. Para poneros un ejemplo, en estos aún cortos años desde que estamos juntos como Provincia única hemos puesto en marcha más de 35 nuevos proyectos. Se dice pronto: 35 o alguno más. Desde grandes proyectos asistenciales en Andalucía, o centros de alta complejidad como el Pediatric Cancer Center al dispositivo en Guipuzcoa de Errondo Gure Etxea para personas sin hogar con problemas de salud mental; el programa tándem, los centros especiales de empleo por toda la geografía nacional, ahora se une Albernia en Navarra… campañas de sensibilización sobre la soledad no deseada, henka, el plan de emergencia que ha complementado en este tiempo al de Protección Internacional o como nos va a contar luego Isabel Tortajada, de Sant Joan de Déu València, como nos hemos desfondado allí en ayudar con esa devastadora Dana que, simplemente con recordar las imágenes, se nos encoge el corazón.
Dejadme que os invite a que nos demos un aplauso entre todos por esta actitud y este espíritu juandediano que está claro que no nos ha abandonado.
Ahora permítanme que les interpele, que os interpele, de una manera diferente. Pasando de ese corazón emocionado a un corazón más técnico y transformador del que debemos hablar en este encuentro. Porque no se trata solo de dónde estamos hoy, sino de hacia dónde vamos. Se trata de seguir “siendo” y “estando” y para hacerlo es necesario estar constantemente repensando cómo cuidamos, cómo organizamos, cómo acompañamos a las personas en situación de vulnerabilidad.
Por ejemplo, durante años, hemos hablado en nuestro país, del modelo social y del modelo sanitario. Y lo hemos hecho francamente bien. Hemos avanzado muchísimo en la atención a la complejidad, por ejemplo. Los pasos dados por la medicina en los últimos años son increíbles y seguramente con los avances tecnológicos, la IA y el desarrollo de redes de cooperación nacional e internacional, como después nos va a contar Julian Isla de la Fundación 29, van a conseguir unos avances en el diagnóstico, la gestión de la enfermedad y los tratamientos como es simplemente imposible imaginar hoy.
Y estos avances son necesarios y muy útiles como todo lo propuesto en el contexto sociosanitario también. Muy útil, por supuesto.
Pero hoy, al menos yo, siento que determinados, espacios, sectores, modelos y dispositivos para las necesidades actuales, se quedan cortos. Porque seguimos viendo una fragmentación, una separación artificial entre lo social y lo sanitario, entre el curar y el cuidar. Y eso, en la práctica, genera fisuras. Deja huecos. Dificulta la continuidad. Nos aleja de la persona. No nos permite atenderla de una manera integral.
Por eso, hoy me gustaría que empezáramos a hablar de modelo “socioasistencial de continuidad”. Una manera de entender la atención que no parte de los dispositivos, sino de las personas. Que no se organiza según lo que tenemos, sino según lo que se necesita. Que no separa, sino que integra. Que no responde solo a una patología, sino a una biografía.
Este modelo implica un cambio radical en la forma de mirar. Por cierto, algo que ya hizo nuestro fundador que pensó en cómo debía organizarse un hospital dando la misma importancia a la enfermedad que a la higiene… igual que a la comida o la ropa como elementos de salud y dignidad de cada una de las personas que se encontraba en su camino, no solo los que iban a su casa, porque salía a buscarlas.
En el mundo actual, en el que vivimos, ya no vemos a una mujer mayor que necesita un recurso residencial, debemos ver a una mujer que ha vivido mucho, que arrastra pérdidas y que está sola y que necesita sentirse útil. Ya no vemos a un joven con una adicción, debemos ver a alguien que ha sufrido, que busca un sentido a su vida, que necesita vínculos. Ya no vemos a un paciente crónico, debemos ver a un ser humano que quiere seguir viviendo y hacerlo con dignidad.
Y aquí es donde entra un concepto que, como bien decía Gaudí, lo cambia todo: la mirada. Y no cualquier mirada. En nuestro caso la mirada de san Juan de Dios. Una mirada inconformista. Una mirada que no se resigna a lo establecido. Que no se acomoda a lo “que toca”. Que no acepta que el sistema determine los límites del cuidado. Una mirada que cuestiona. Que propone. Que transforma.
Esa mirada es la que nos ha inspirado durante siglos y debe seguir haciéndolo. Es la que ha motivado nuestra última campaña institucional. Y no es por casualidad. Porque no queremos hacer más de lo mismo. Queremos hacer mejor lo que importa. Tenemos que ser inconformistas en el mejor sentido de la palabra. Inconformistas porque no nos basta con funcionar. Queremos acompañar. Queremos transformar la vida de las personas que realmente necesitan nuevos enfoques, nuevas maneras de mirar por nuestra parte.
Y eso solo es posible si entendemos que nadie cuida solo. Que la hospitalidad no puede ser un acto individual, ni una tarea exclusiva de un sector o de un dispositivo. Necesitamos avanzar en generar procesos compartidos, protocolos coordinados, pasillos de atención que crucen dispositivos y permitan hacer un seguimiento integral. Necesitamos colaboración real entre centros, entre equipos, entre profesionales.
Cuando una persona entra en nuestra red, no entra a un centro. Entra a una comunidad. A una trama de relaciones. A una red que se activa para acompañar. Y eso, compañeras y compañeros, es lo que nos hace únicos.
San Juan de Dios no debe ser una suma de dispositivos. San Juan de Dios es una misión compartida. Es una cultura. Es una ética. Y esa ética se expresa en una hospitalidad que escucha, que acoge, que acompaña sin condiciones.
Por eso, la participación no es solo una herramienta. Es un principio. Participar es implicarse. Es corresponsabilizarse. Es dejarse afectar. Es construir juntos. Es preguntarse, cada día: ¿lo estamos haciendo lo mejor posible? ¿Hay otra forma? ¿Podemos mejorar?
Y ahí vuelve el inconformismo al que antes hacía referencia. No como queja, sino como motor. No como crítica destructiva, sino como impulso ético. El inconformismo que nos lleva a buscar lo que aún no existe. Que nos anima a imaginar soluciones nuevas. Que nos saca de la zona de confort y nos empuja hacia la zona de impacto.
Ese es el tipo de participación que queremos. Participación crítica, comprometida, propositiva. Una participación que ponga a la persona en el centro. Pero no solo como eslogan. Sino como estructura real. Y poniendo en valor nuestro pasado, claro que sí, pero ojo, como un trampolín y no como un sofá en el que reclinarse para la autocomplacencia.
Porque para que todo esto sea posible, no basta con cambiar el discurso, o no basta con hacer este discurso. Hay que hacer evolucionar las estructuras. La forma de la organización. Las dinámicas internas. Y ahí es donde os propongo que empecemos a trabajar desde ya. Porque si no es así dejaremos de responder a lo que la sociedad necesita que nosotros seamos. Ya hay otros grandes hospitales de altísima complejidad, la atención intermedia como concepto no la hemos inventado nosotros. No vamos a ser los que más pobreza atendamos en este país ni tampoco, seamos realistas, tendremos la capacidad de atraer como institución a futuros premios nobel, que quieran hacer ciencia sin una clara motivación traslacional.
Ese cambio no se consigue mirando hacia arriba, solo se consigue mirando hacia los lados, entre nosotros, entre vosotros, interpelándoos como miembros de San Juan de Dios a mirar cómo hay que mirar en esta casa. Siendo más transversales, con un sistema menos jerarquizado, haciendo que la toma de decisiones sea más ágil, más compartida, más distribuida. Fomentando espacios de trabajo transdispositivo, donde los equipos de distintos centros colaboren de forma habitual, natural y cotidiana.
Podemos crecer muchísimo y ser mucho más útiles a la sociedad si no actuamos como islas o silos aislados y amurallados. No podemos permitir que los saberes se queden encapsulados. Necesitamos más mecanismos para compartir, para aprender unos de otros, para innovar juntos.
Hoy, con la inteligencia artificial, con las plataformas digitales, con los sistemas de información compartidos y con el talento y el conocimiento de trinchera que atesoramos, podemos diseñar procesos de seguimiento integral, que acompañen a la persona en todos los momentos de su trayectoria vital. Podemos identificar puntos críticos, anticipar necesidades, personalizar intervenciones.
Pero eso requiere visión. Requiere liderazgo. Requiere cultura. Porque lo tecnológico sin lo humano se vuelve frío. Y lo humano sin estructura… se vuelve frágil. Necesitamos ambas cosas. Y eso solo lo logra una organización que confía. Que escucha. Que delega. Que se atreve a soñar.
El Hermano Pascal decía en el discurso de cierre del capítulo general:
“En San Juan de Dios fomentamos un liderazgo participativo, basado en el respeto, la escucha y la confianza mutua, y transmitimos con entusiasmo esta antorcha de hospitalidad a las generaciones futuras”.
Ese es el tipo de liderazgo que necesitamos. Un liderazgo que no se basa en el control, sino en el acompañamiento. Que no se impone, sino que inspira. Que no teme ceder poder, porque sabe que el verdadero poder está en la comunidad que todos juntos formamos.
Voy a parafrasear a alguien, que está en esta sala, y que en una reunión de gerentes dijo que tenemos que pasar de ser “dispositivocentristas” a ser “personacentristas”. No se trata solo de eficiencia. No se trata solo de ahorro de costes. Se trata de valor. De sentido. De ética. De capacidad de respuesta. De mirar más allá de la patología, del síntoma, del dato. Se trata de mirar a la persona en su conjunto.
Porque estar juntos no es solo una cuestión organizativa. Es nuestra misión. Es una forma de decir: “Aquí estamos. Para ti. Contigo. Sin condiciones.”
Este encuentro, DIALOGA 25, no debe ser solo una foto. Debe ser una nueva oportunidad. Una oportunidad para decir, alto y claro: no nos conformamos. No nos conformamos con lo que ya somos. Porque sabemos que podemos ser más.
Como en el trencadís, cada una y cada uno de vosotros es una pieza única. Pero solo cuando nos unimos, desde la diferencia, desde la intención compartida, desde la confianza, creamos una imagen poderosa, bella y transformadora.
Gracias de antemano por ser parte de esta obra colectiva. Gracias por creer. Gracias por cuestionar. Gracias por participar. Gracias por mirar con ojos inconformistas. Y gracias, sobre todo, por cuidar desde el corazón.
Buenos días y espero que Dialoga 25 os sea tremendamente útil en este propósito.
Seguimos caminando. Juntos. Siempre.
Una abraçada a tots. moltes gràcies una vegada mes. Bona feina.

Pascal Ahodegnon
Superior General. Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Roma (Italia)
En un mundo en constante cambio, marcado por desafíos sociales, éticos y tecnológicos sin precedentes, el legado de san Juan de Dios resuena con singular actualidad. Su llamamiento atemporal: «Haced el bien, hermanos, haced el bien» no es simplemente un mandato del pasado, sino un faro que guía nuestra acción contemporánea en el ámbito sanitario y social.
Hoy, me gustaría que esta reflexión retomara el carisma de la hospitalidad, explorando cómo sus principios fundacionales pueden iluminar y enriquecer nuestras prácticas profesionales.
Examinaremos sucesivamente:
- cómo la centralidad de Cristo y la búsqueda de la verdad,
- la misericordia y la compasión iluminadas por la razón,
- y la solidaridad como compromiso compartido,
son pilares esenciales para afrontar los desafíos de nuestro tiempo.
También veremos:
cómo la fidelidad y el compromiso, lejos de ser limitaciones, pueden convertirse en fuentes de transformación y de gozo,
y cómo la fidelidad creativa es esencial para responder a las exigencias de nuestro mundo moderno.

El Carisma de la Hospitalidad: Un legado vivo
San Juan de Dios, cuya azarosa vida ilustra una transformación radical a través de un encuentro con el sufrimiento, nos ha dejado una llamada perpetua: «¡Haced el bien, hermanos, haced el bien!”
Este grito sincero aún resuena hoy, llamándonos a la acción transformadora, un legado de amor y de servicio que guía nuestro compromiso con el mundo de la salud y la asistencia social.
Es sobre la base de este legado que exploraremos los fundamentos de nuestra misión.
1. La centralidad de Cristo y la búsqueda de la verdad
La centralidad de Cristo, en la tradición hospitalaria de san Juan de Dios, no es una simple afirmación de fe, sino el fundamento de una visión del mundo en la que, cada persona, es mirada a través del prisma de la dignidad divina. Esta perspectiva ilumina la razón, animándola a buscar la verdad no solo en los hechos, sino también en el sentido profundo de la existencia humana. La búsqueda de la verdad se convierte así, en un proceso intelectual y espiritual, en el que la fe y la razón se complementan mutuamente para iluminar nuestra comprensión de la humanidad.
Este concepto de dignidad humana encuentra eco en la filosofía personalista, que afirma el valor único e inalienable de cada persona.
Pero ¿cómo se traduce esta centralidad en acciones concretas?
Referencias y ejemplos:
La doctrina social de la Iglesia Católica, arraigada en las enseñanzas de Jesucristo, enfatiza la dignidad intrínseca de todo ser humano. La encíclica “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II, por ejemplo, destaca la importancia de reconocer el valor de cada persona, independientemente de su condición social o estado de salud.
- Ejemplo concreto: en un centro de acogida para personas sin hogar, este enfoque se traduce en un apoyo individualizado que tiene en cuenta las necesidades específicas de cada persona y respeta su dignidad.
Las enseñanzas de san Juan Pablo II, especialmente en su encíclica “Fides et Ratio”, enfatizan la importancia del diálogo entre la fe y la razón.
- Ejemplo: un profesional de la salud que se enfrenta a dilemas éticos complejos, se apoya tanto en el conocimiento científico como en sus convicciones personales para tomar decisiones informadas.
2. Misericordia y compasión iluminadas por la razón.
La misericordia y la compasión no son simples emociones, sino virtudes activas que se manifiestan en actos concretos de solidaridad.
La razón desempeña un papel crucial en la estructuración de estos actos, garantizando que sean precisos, sostenibles y respetuosos con la dignidad de las personas atendidas. Esto implica una reflexión ética sobre las mejores prácticas de asistencia, una evaluación de las necesidades reales de las personas atendidas y la búsqueda de soluciones a largo plazo.
La razón evita el sentimentalismo, que puede ser perjudicial, y mantiene la acción proporcinada y adaptada a las necesidades reales.
Sin embargo, la acción individual no es suficiente: debe formar parte de una aproximación colectiva.
Referencias y ejemplos:
Las obras de misericordia, tal como las define la tradición cristiana, enfatizan la necesidad de actuar concretamente para aliviar el sufrimiento de los otros.
- Ejemplo concreto: un grupo de voluntarios que organiza una labor de proximidad para distribuir comidas calientes y mantas a personas que viven en la calle.
- Ejemplo: la gobernanza en nuestra Provincia, en nuestras obras, en los departamentos, etc., en nuestros comités de dirección:
- Papa Francisco: «La Orden como experiencia de diálogo y discernimiento, escuchando al Espíritu y a los hermanos y colaboradores, sin ceder a la tentación de la autorreferencialidad, que los llevaría a encerrarse en sí mismos. Por favor, no hacer de la Orden Hospitalaria un ejército cerrado, una reserva cerrada. Dialoguen, debatan y planifiquen juntos, partiendo de vuestras raíces, del presente y el futuro de su vida y misión, escuchando siempre la voz de tantos enfermos y de quienes os necesitan, como lo hizo san Juan de Dios: un hombre apasionado por Dios y compasivo con el enfermo y el pobre»
3. Solidaridad, un compromiso compartido
La solidaridad es un principio fundamental de la ética social que nos invita a reconocer nuestra interdependencia y nuestra responsabilidad recíprocas. Implica construir comunidades inclusivas, donde todos se sientan respetados, apoyados y animados a participar en la vida colectiva.
La solidaridad trasciende las diferencias culturales, religiosas e ideológicas y nos invita a trabajar juntos por la justicia y la paz. La solidaridad también implica la noción de subsidiariedad, donde las decisiones se toman al nivel más adecuado, teniendo en cuenta las necesidades y capacidades de cada individuo.
Veamos ahora cómo se vive este compromiso en la vida diaria.
Referencias y ejemplos:
Agilidad en la toma de decisiones en nuestros comités de gestión. Ampliando el horizonte de la hospitalidad.
4. Fidelidad y compromiso: ¿Un deber o un camino hacia la transformación y la alegría?
El compromiso con la hospitalidad, lejos de ser una carga, es un camino hacia la realización personal y espiritual, una invitación a superarse a sí mismos por el bien de los demás. Esta invitación es tanto un deber como una fuente de alegría.
- Fidelidad y compromiso como deber
La filosofía kantiana enfatiza el deber moral, que deriva de la razón y la voluntad de respetar la ley moral universal. Desde esta perspectiva, la fidelidad a nuestra misión carismática es un imperativo categórico, un deber que se nos impone independientemente de nuestras inclinaciones personales.
Paul Ricoeur, con su filosofía de la promesa, enfatiza la importancia de la fidelidad a la palabra dada, que es el fundamento de la confianza y la responsabilidad. Pero más allá del deber, hay gozo.
Referencias y ejemplos:
Ética deontológica, que se concreta en códigos de conducta que definen los deberes y obligaciones morales de los trabajadores sanitarios y sociales.
- Ejemplo concreto: un médico que respeta el secreto profesional y actúa en el mejor interés del paciente, incluso en situaciones difíciles.
- Fidelidad y compromiso como fuente de alegría
El compromiso auténtico, nacido de una elección libre y consciente, es fuente de alegría profunda y duradera. Nos permite dar sentido a nuestras vidas, sentirnos útiles y contribuir al bien común.
En cuanto a nuestra espiritualidad, en particular, se hace hincapié en el gozo de dar, que surge del amor desinteresado y del servicio a los demás. Simone Weil, filósofa comprometida, habló del individuo arraigado en la lealtad a una causa que lo trasciende. Con estos fundamentos, ¿cómo podemos adaptarlos a los desafíos contemporáneos?
Referencias y ejemplos:
Abundan los testimonios de personas que han encontrado la felicidad sirviendo a los demás en los sectores sanitario y social.
- Un ejemplo concreto: una enfermera de cuidados paliativos relata su satisfacción al acompañar a pacientes al final de sus vidas, ofreciéndoles una presencia reconfortante y un apoyo digno.
Las enseñanzas de la espiritualidad de san Juan de Dios enfatizan la alegría del amor y la entrega.
- Ejemplo en la práctica: en una institución caritativa de inspiración religiosa, el personal encuentra en su fe una fuente de motivación y gozo, reflejada en una cálida acogida y una atención esmerada.
- Fidelidad creativa: respondiendo a los desafíos contemporáneos
La fidelidad al espíritu de hospitalidad requiere una adaptación constante a las realidades cambiantes del mundo, la capacidad de innovar y encontrar nuevas respuestas a los desafíos contemporáneos. Esta adaptación requiere una transformación interior.
- Cultivar una espiritualidad profunda y reflexiva
Frente a los desafíos de la secularización y el individualismo, es esencial cultivar una vida espiritual auténtica, arraigada en la oración, la meditación y el compartir comunitario. Esta espiritualidad debe estar informada por la razón, ser capaz de discernimiento crítico y dialogar con el mundo contemporáneo.
San Juan Pablo II insiste en la importancia de la evangelización de la cultura, que implica un encuentro entre la fe y las realidades del mundo. Esta espiritualidad nutre nuestra apertura a los demás.
Referencias y ejemplos:
Iniciativas de diálogo interreligioso que promueven el entendimiento y la cooperación.
- Ejemplo concreto: reuniones interreligiosas organizadas en centros sanitarios para fomentar el diálogo entre profesionales y pacientes de diferentes confesiones.
- Promover una cultura de encuentro y diálogo
La hospitalidad implica apertura a los demás, respeto por las diferencias y el deseo de tender puentes entre culturas y generaciones. Esto requiere escucha activa, empatía y la capacidad de superar prejuicios y estereotipos.
El diálogo intercultural e interreligioso es esencial para la paz y el entendimiento mutuo. Respetar las diferencias también implica aceptar la secularización y redefinir el lugar de la religión. Finalmente, nuestra lealtad se traduce en acciones concretas e innovadoras.
Referencias y ejemplos:
Iniciativas de diálogo intercultural e interreligioso implementadas por diversas organizaciones.
- Ejemplo concreto: en una residencia multicultural para personas mayores, se organizan convivencias y actividades interculturales.
Programas de educación para la paz y la tolerancia que promueven el respeto por los derechos humanos.
- Ejemplo concreto: Intervenciones en escuelas o en el sistema educativo para explicar los efectos nocivos de la discriminación y la importancia del respeto.
- Desarrollo de respuestas innovadoras y sostenibles
La adaptación a los cambios sociales y tecnológicos debe ir acompañada de una ética centrada en el bienestar humano. Debemos evitar la exclusión y la acentuación de las desigualdades y, sobre todo, crear espacios seguros.
La ecología integral considera las interconexiones sociales y ambientales. La integración de la sostenibilidad y la tecnología requiere replantear los servicios e involucrar a las personas vulnerables.
Concluimos recordándoles que nuestra fidelidad creativa es un compromiso continuo con un mundo más justo y humano.
Referencias y ejemplos:
Proyectos de energía renovable implementados por organizaciones humanitarias para mejorar el acceso a la energía.
- Ejemplo concreto: la instalación de paneles solares en centros de salud para suministrar electricidad a equipos médicos.
Programas de telemedicina para mejorar el acceso a la atención médica en zonas remotas.
- Ejemplo práctico: la creación de consultas médicas a distancia.
La encíclica del Papa Francisco «Laudato Si’», que insta a una conversión ecológica y a una economía sostenible.
- Ejemplo concreto: un hospital que implementa un plan de gestión ambiental.
Modelos de economía circular que reducen los residuos y promueven la reutilización. Organizaciones que implementan planes de gestión ambiental.
- Ejemplo concreto: la sustitución gradual de bombillas por bombillas de bajo consumo.
Todas las iniciativas tienen como objetivo crear espacios seguros para los destinatarios de nuestra misión y para el personal sanitario.
Conclusión
En conclusión, el legado de san Juan de Dios nos recuerda que la hospitalidad no es solo una práctica, sino una verdadera vocación, un camino de transformación personal y social.
En un mundo con muchos desafíos complejos, es esencial cultivar una fidelidad creativa, capaz de adaptarse a realidades en constante cambio, sin perder la base de los valores fundamentales de nuestra misión.
Esto implica desarrollar una espiritualidad profunda y reflexiva, promover una cultura de encuentro y de diálogo, e implementar respuestas innovadoras y sostenibles.
Siguiendo estos principios, podemos contribuir a la construcción de un mundo más justo, más humano y más fraterno, donde cada persona sea reconocida en su dignidad y acompañada por la compasión. En mi opinión, solo siendo fieles a estos principios podremos encarnar nuestra misión carismática de la Hospitalidad.
El Papa Francisco a los participantes del Capítulo General de 2019: Misión compartida: Esto es verdaderamente urgente, no solo porque experimentamos una escasez de vocaciones, sino porque nuestros carismas son dones para toda la Iglesia y el mundo. Independientemente del número y la edad, el Espíritu siempre inspira una renovada fecundidad que surge a través de un discernimiento adecuado y fomenta la formación conjunta, para que religiosos y laicos tengan un corazón misionero que se alegre al experimentar la salvación de Cristo y la comparta como consuelo y compasión, incluso a riesgo de ensuciarse en el barro de la calle (cf. Evangelii Gaudium, 45).
¡Muchas gracias!

01 | 03 Una mirada que transforma
Amador Fernández, O.H.
Superior Provincial. Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Madrid (España)
Nos disponemos a clausurar estas jornadas, que con el título “Dialoga 25. Hospitalidad participativa” nos han convocado en esta ciudad de Barcelona. Este evento, con tan solo dos ediciones, se ha convertido ya en un momento significativo de nuestro camino como Provincia, visibilizando el impulso carismático de la Familia de San Juan de Dios en España.
Hemos venido a este encuentro a DIALOGAR, no a confrontar posiciones, a abrir debates acalorados, ni tampoco a tomar decisiones, por más que lo que aquí vivimos nos oriente en nuestro servicio de animación, gestión y gobierno de la Provincia. Queremos, sobre todo, dialogar. Y creo que lo hemos logrado.
El diálogo se construye a través de la escucha atenta, de la empatía, dejándonos afectar -y también transformar- por lo que percibimos. Dialogar sin prejuicios, sin posiciones cerradas, sin muros ni “cordones sanitarios”. Dialogar con mente abierta, corazón abierto, voluntad abierta (Otto Scharmer, 2007)
Y en el mismo proceso de diálogo surge una realidad nueva, que nos confirma, nos confronta, nos impulsa, nos renueva. El diálogo desencadena procesos que nos hacen crecer, impactando positivamente en lo que somos y lo que hacemos.
Es muy importante para nosotros como Orden contar con estos espacios para dialogar, elevando la mirada, o lanzándola más lejos, sin la presión de lo inmediato. Aquí nos reconocemos como parte de la familia de San Juan de Dios, comunidad carismática en la que la Hospitalidad nos identifica y nos modela.

Nos hemos encontrado en plenarios, en diálogos centrados en diversas cuestiones que nos preocupan o nos motivan, pero también en torno a un café, compartiendo mesa y vida, aprovechando la oportunidad que Dialoga’25 nos brinda para conocernos mejor, para establecer alianzas y reforzar sinergias. Considero un acierto que el programa contemple también tiempos amplios para estos momentos menos formales de relación y encuentro, pero no menos importantes para lo que aquí de verdad nos importa, que es dialogar.
Además de afrontar juntos los retos de la Inteligencia artificial y su impacto en como curamos, cuidamos y acompañamos, hemos podido también aproximarnos a la realidad de los migrantes, a la investigación y al valor que puede aportar a la misión de la Orden. También hemos dialogado sobre la continuidad en la prestación de servicios sanitarios y sociales, envejecer en el ámbito rural, la formación institucional, grupos de interés y alianzas, el carisma de San Juan de Dios en clave actual y futura. De todo ello pudimos hablar y compartir, desde la experiencia, los modelos conceptuales, la mirada transversal y el conocimiento directo de la realidad que todos vosotros aportáis.
Experiencias de misión impactantes, como el compromiso de la Familia de San Juan de Dios en Valencia ante la crisis de la DANA, y otras que hemos podido conocer, nos animan e impulsan en nuestro camino de hospitalidad.
Contamos también con la presencia y la palabra del Hno. Superior General, al que de nuevo agradezco su cercanía a nuestra Provincia y la inspiración que nos aporta.
Finalmente, hemos podido confirmar la íntima convicción que nos anima en cuanto a lo que nos hace más genuinamente humanos: El cuidado, el altruismo, la solidaridad.
En fin, tres días intensos, en los que el conocimiento, las ideas, las propuestas, las emociones, nos han introducido en un espacio compartido que aporta valor a nuestro compromiso profesional, a nuestra pertenencia a la orden Hospitalaria, e incluso a nuestros procesos personales de crecimiento y transformación.
“No vemos el mundo como es, sino como somos nosotros”, afirma una conocida sentencia, con evidentes conexiones con la filosofía de Kant, y cuya autoría no está del todo clara, aunque esta cuestión es poco relevante, porque independientemente de quien la haya formulado, la sentencia expresa una gran verdad. No solo da cuenta de cuanto influye nuestra subjetividad en lo que percibimos, lo cual es evidente. Nos habla también de la capacidad que nuestra mirada tiene para reconocer y transformar la realidad. Hace ya mucho tiempo que la filosofía del lenguaje reconoce la capacidad de la palabra para cambiar la realidad, la fuerza performativa del relato (de ello también hemos hablado). Para lo cual hay que reconocer la misma fuerza a la mirada, que puede transformar el mundo, las personas, la realidad. Mirar compasivamente, mirar solidariamente, mirar hospitalariamente, hará que nuestro mundo sea más compasivo, más solidario, más hospitalario. Y nosotros, cultivando una mirada diferente, seremos también mejores.
Un elemento constitutivo del diálogo es también la mirada, no lo olvidemos. Mirar a los ojos, mirar con empatía, con transparencia, con amor. La palabra dialogar y la mirada van siempre unidas. Ninguno podemos imaginarnos un diálogo en el que se aparte la mirada, o en el que esa mirada sea hostil o amenazadora. El mundo, la realidad, nosotros, serán como sea nuestra mirada.
Una mirada apreciativa, que sabe reconocer y valorar lo bueno, en las personas (compañeros de trabajo, de comunidad, aquellos a quienes curamos y cuidamos), o que se posa sobre la realidad haciéndose cargo de ella, tiene fuerza para transformar el mundo. Os invito a cultivar esta mirada que aprecia y valora, por encima de la mirada hipercrítica o amenazadora. Porque el mundo será como somos nosotros, como lo miramos nosotros.
Queremos que Dialoga’25 no sea solo un evento en el que participamos, con el que nos entusiasmamos durante unos días, sino que sea el “modo de ser” de nuestra Provincia, con implicaciones en nuestras relaciones, modelos de atención, en cómo nos organizamos, en cómo proyectamos o soñamos nuestro futuro. Queremos seguir dialogando, construyendo la hospitalidad participativa, implicando a todos, comprometiendo a todos. Tenemos estructuras para ello, pero tal vez el gran reto sea cambiar de mentalidad. Estoy seguro de que lo que aquí vivimos estos días orientará el futuro inmediato, y juntos encontraremos la mejor manera de seguir avanzando.
Nuestra Provincia seguirá dialogando. Prepararemos y celebraremos el capítulo provincial con esta misma orientación fundamental, que estamos seguros de que tendrá continuidad en el futuro inmediato, porque así nos lo piden la Iglesia y la Orden.
Es tiempo ahora de agradecimientos: a quienes han diseñado y organizado Dialoga, a secretaría y a comunicación, a los técnicos, al personal de este espacio que nos acoge, a la UTI, excelente anfitriona de este evento, a los ponentes, a los coordinadores de los Diálogos, y a todas las personas que han participado con sus aportaciones. Un agradecimiento especial a nuestros compañeros de Valencia, por la exposición fotográfica que nos acerca a la experiencia vivida, y por vuestro testimonio. Gracias también al Hno. José Paulo y los colaboradores de la Provincia de Portugal por vuestra participación. Tenemos la esperanza, el sueño, de que podemos continuar el camino juntos, en un horizonte de colaboración y comunión cada vez más intenso.
Hoy, mañana, volvemos a nuestros lugares de trabajo habituales. Con nuestros compañeros, con los pacientes, usuarios. Llevad un saludo a vuestros equipos, a todos y a todas. Lo que aquí vivimos debe proyectarse en esos espacios donde la hospitalidad se encarna. La verdadera historia se escribe allí, no lo dudemos.
Debemos seguir expandiendo la hospitalidad, conjugando audacia y prudencia, cabeza y corazón. Con nuevos proyectos, que se sumen a los que mencionaba el Director General en el discurso de apertura, y con la transformación de otros, recreando la hospitalidad. Pero también expandir la hospitalidad haciendo crecer la “calidad carismática”, la intensidad y la pasión en nuestro compromiso con el sueño de Juan de Dios. En él, evangelio vivo, encontramos siempre inspiración para nuestro presente y para proyectar el futuro. En este año jubilar de la esperanza y la hospitalidad, 475 años después de su muerte, su experiencia de fe, su radical entrega, su respeto y amor a todas las personas, especialmente a las más vulnerables, son para nosotros un faro que ilumina el camino de hospitalidad que juntos recorremos.
Muchas gracias.
