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02 | Num.341
Inteligencia Artificial y Espiritualidad:
un debate dialéctico en la asistencia sanitaria y social

Begoña Moreno,
Psicóloga, profesional SAER. Coordinadora departamento Espiritualidad. San Juan de Dios España. Sevilla

Mercè Puig-Pey,
Trabajadora Social. Coordinadora departamento Espiritualidad. San Juan de Dios España. Sant Boi de Llobregat (Barcelona)

Susana Queiroga,
Socióloga (PhD, D, Sc). Instituto S. João de Deus. Lisboa (Portugal)

La inteligencia artificial se ha impuesto hoy en día y afecta a todas las dimensiones humanas. En este sentido, es importante reflexionar también sobre la influencia de la inteligencia artificial en la espiritualidad, en particular sobre cómo esta influencia puede afectar o no a la forma en que prestamos asistencia espiritual y religiosa a quienes acuden a nuestros servicios.
El artículo presentado es una reflexión escrita por tres autoras, construida dialécticamente (Hegel). Comienza, en forma de tesis, con la afirmación de que la inteligencia artificial es una herramienta útil en el enfoque terapéutico de la espiritualidad integrada en la atención multidisciplinar. Luego, en antítesis, contrapone que la apariencia de veracidad y universalidad de la inteligencia artificial muestra su incapacidad de trascender, de emocionar, de dar esperanza, como elementos esenciales en el acto de cuidar. Concluye resumiendo que la inteligencia artificial puede utilizarse como acelerador y mediador en el cuidado, pero está lejos de, y es muy improbable que sustituya, el vínculo emocional y espiritual sanador que los seres humanos han perfeccionado a lo largo de años de evolución. Como proceso dialéctico, el texto invita así a reflexionar sobre las nuevas tesis en torno al uso de la IA en la asistencia sanitaria y social.
Palabras clave: Inteligencia artificial, espiritualidad, sanidad y asistencia social
Artificial intelligence has taken hold today and affects all human dimensions. In this sense, it is important to reflect also on the influence of artificial intelligence on spirituality, in particular on how this influence may or may not affect the way we provide spiritual and religious assistance to those who come to our services.
The article presented is a reflection written by three authors, constructed dialectically (Hegel). It begins, in the form of a thesis, with the assertion that artificial intelligence is an intermediary in the success of the therapeutic approach to spirituality integrated into the multidisciplinary care. Then, in antithesis, it counters that the appearance of veracity and universality of artificial intelligence shows its incapacity to transcend, to emote, to hope, as essential elements in the act of caring. It concludes by summarising that artificial intelligence can be used as an accelerator and mediator in care, but it is far from, and very unlikely to replace, the healing emotional and spiritual bond that humans have perfected over years of evolution. As a dialectical process, the text thus invites reflection on the new theses surrounding the use of AI in health and social care.
Keywords: Artificial intelligence, spirituality, health and social care

01 | La inteligencia artificial es un intermediario en el éxito del enfoque terapéutico de la espiritualidad integrada en la atención multidisciplinar (Tesis)

En la década de 1970, el descubrimiento del Australopithecus Afarensis puso de relieve el hecho de que un antepasado simiesco no se transforma instantáneamente en un ser humano, sino que demostró que las distintas partes del esqueleto humano cambiaron en distintos momentos. Lucy, como se ha llamado al Australopithecus Afarensis, no es el «eslabón perdido» entre los simios y los humanos; es, sin embargo, uno de los intermediarios evolutivos más importantes entre las criaturas más antiguas, parecidas a los simios, y los antepasados más recientes, parecidos a los humanos[1]. Desde los albores de la existencia, estamos en constante búsqueda y conexión permanente para saber de dónde venimos y adónde vamos, y nos damos cuenta de que no siempre tenemos todas las piezas del rompecabezas de nuestra existencia. Es la certeza de una inquietud siempre presente.

Pensar en la atención espiritual significa tener presente no sólo la inquietud existencial antes mencionada, sino también tener presente que la existencia humana debe, en todas sus etapas y diferentes circunstancias, resultar en armonía. Una de las preocupaciones fundamentales de quien presta cuidados espirituales es atender a un conjunto de necesidades de naturaleza subjetiva, expresadas o contenidas en la narrativa de quien busca esos cuidados. Aunque sean consistentemente difíciles de medir, todas estas necesidades están indudablemente presentes en todo ser humano. Algunas de ellas surgen involuntariamente, otras como resultado de la trayectoria vital de la persona. A menudo surgen en momentos de ruptura, independientemente de la naturaleza de ésta.

La introducción de la atención espiritual en el ámbito multidisciplinar de la asistencia sanitaria o en los planteamientos de intervención social para públicos desfavorecidos (más en el primer caso que en el segundo) ha recorrido un largo camino, ganando credibilidad a medida que se intensifican la investigación y el conocimiento. En general, las disciplinas y los conocimientos que surgen de ellas tienden a reflejar su estadio, la forma en que se organizan las sociedades o la tecnología de la época. Incluso la forma de enfocar los problemas se ve influida por toda la información que podamos tener sobre un problema concreto.

Por lo tanto, es inevitable que la espiritualidad y la inteligencia artificial (IA) se crucen también en el ámbito de la atención espiritual y religiosa. De hecho, esta intersección debería enfrentarnos inmediatamente a la posibilidad de poder integrar sistemas de IA al servicio de la mejora de nuestras conexiones, facilitando la comunicación, la colaboración y el entendimiento entre culturas. Desde otra perspectiva, la respuesta a la necesidad espiritual de trascendencia también puede servirse de la IA cuando se utiliza para mejorar las capacidades humanas, ayudando potencialmente a un usuario a trascender sus limitaciones físicas como experiencia vivida. En este caso, los ejemplos podrían ir desde el uso de sistemas de realidad virtual por usuarios encamados, permitiéndoles disfrutar de visitas culturales a un museo concreto, o la simple integración de juegos de consola que requieren movimiento corporal en actividades de fisioterapia y ejercicio físico para un usuario en rehabilitación.

De hecho, existen varias formas en las que la IA puede contribuir a mejorar la asistencia (Ribeiro, 2020)[2]. En primer lugar, y mediante la introducción de una mayor concentración en la actividad asistencial, la simplificación de las tareas administrativas, en las que la IA puede realizar una contribución fundamental, ya que permite a los profesionales sanitarios dedicar más tiempo a los usuarios, en una clara inversión en una experiencia asistencial más humanizadora. La toma de decisiones también puede mejorar con el apoyo de la IA, ya que puede ayudar a los profesionales sanitarios, incluidos los profesionales de la atención espiritual y religiosa, a tomar decisiones con la mayor información posible, lo que lleva a la elección de enfoques terapéuticos que pueden dar lugar a mejores resultados para los usuarios y hacer que el entorno asistencial sea más colaborativo. Un último aspecto destacado se centra en la característica multicultural que también prolifera en los entornos hospitalarios. En este caso, el uso de la IA permite comprender de forma más rápida y precisa la diversidad de orígenes de los usuarios mediante el análisis de los determinantes sociales, culturales, religiosos y de salud, haciendo que la planificación personalizada de la atención (Pinho, 2021)[3] sea más empática (Figueiredo, 2019)[4] y más consciente de la cultura de la persona.

Al margen de las cuestiones éticas que plantea la IA, es incuestionable la aportación que las tecnologías hacen a distintos ámbitos de la vida. Estar enfermo o en una situación de vulnerabilidad social sólo puede aliviarse si se mantiene la conexión humana, las emociones y los sentimientos, que a su vez determinarán nuestro comportamiento ante la situación a la que nos enfrentamos. Como señala Castells (2023)[5], la tecnología moderna favorece la comunicación, enfatiza la diversidad que, a su vez, se basa en la singularidad[6] y tenderá, en nuestra opinión, a facilitar las conexiones humanas.

La atención espiritual y religiosa, como actividad que forma parte de la atención multidisciplinar, puede beneficiarse de la IA y contribuir a una atención más humanizada y empática, con más tiempo para poner a la persona en el centro de los cuidados y la atención. La introducción de la IA en la atención espiritual y religiosa puede, por tanto, ayudarnos a encontrar respuestas a las inquietudes que nos provoca la búsqueda de sentido, especialmente en momentos de vulnerabilidad. No será un eslabón (perdido), sino más bien Lucy (una intermediaria) en la relación terapéutica que puede proporcionar la espiritualidad.

02 | La apariencia de veracidad y universalidad de la inteligencia artificial demuestra su incapacidad de transcender, de emocionar, de esperanza, elementos esenciales en el acto de cuidar (Antítesis)

La tesis anterior nos refiere que el ser humano es un ser en búsqueda de sentido y significado debido, en parte, a un proceso abierto de la evolución y a un indeterminismo que marca profundamente su existencia. Ello le lleva a la búsqueda de significados absolutos y a crear simbologías y narrativas cosmogónicas que ofrezcan horizontes sólidos que pacifiquen su existencia y su espíritu ofreciéndole orientación en su abierto devenir (religiones, filosofías, etc.).

En su reflexión nos da a entender que la IA que trata con el lenguaje puede conectar con esas simbologías y narrativas trascendentes, leerlas, escucharlas, verlas, analizarlas, comprenderlas, compartirlas y responder con precisión a las preguntas que se le suscitan al ser humano sobre todo en los momentos de fragilidad, de crisis de valores y dudas existenciales y espirituales. La IA tendría la capacidad de atendernos y orientarnos de forma directa, o indirectamente, junto con profesionales expertos, a lo largo de procesos de enfermedad, de pérdida de sentido y de marcos de referencia, de conflictos morales, de dudas existenciales o simplemente a lo largo de nuestra trayectoria cotidiana, con roturas o sin ellas, ofreciéndonos “inteligentemente» una manera buena y adecuada de vivir y morir.

Byung-Chun Han, en varias de sus obras, entre ellas El espíritu de la Esperanza (2024) afirma que el pensamiento tiene una dimensión afectiva y corporal… Sin afectos, emociones ni pasiones y en general sin sentimientos, no hay conocimiento. Los sentimientos enervan el pensamiento. Este es el motivo por el cual la IA actual propiamente no piensa. Siguiendo a Han entendemos que el pensamiento, el conocimiento, no es el fruto de un cálculo algorítmico cuya lógica está sometida a procesos matemáticos cerrados en sí mismos. La información derivada de esos procesos, aunque muestra una inteligencia de tipo funcional con apariencia de veracidad y universalidad, es más bien plana y opaca, incapaz de transcender, de emocionar, de ofrecer novedad y esperanza, apertura al futuro, en resumen, incapaz de espiritualidad.

La atención a la dimensión espiritual, podría participar del proceso que Fisher y Tronto (1990) especificaron para los cuidados de enfermería basado en las siguientes fases, con sus correspondientes requisitos morales:

  1. Interesarse por la situación, detectando la necesidad -El requisito moral es la atención.
  2. Encargarse de ella – El requisito moral es la responsabilidad.
  3. El trabajo real del cuidado – El requisito moral es el compromiso.
  4. Recepción del cuidado – El requisito moral es la capacidad de respuesta.

En el año 2013, Joan Tronto añadió una quinta fase que acuñó como “cuidar con” se refería a la confianza en la provisión continuada del cuidado. El correspondiente requisito moral sería la confianza y solidaridad

Esos requisitos morales podrían entenderse, siguiendo a Byug-Chun Han, en su obra No-Cosas (2021), como el estado de ánimo que nos abre al mundo en un nivel previo a la reflexión. Antes de tener cualquier percepción consciente, comenta siguiendo a Heidegger, ya hemos experimentado el mundo desde un estado de ánimo concreto. “Esa disposición anímica ha abierto ya el ser-en-el-mundo como un todo, y esto es lo primero que hace posible dirigirse hacia…”.

La IA puede, o podrá a corto plazo, detectar la necesidad, encargarse de ella, realizar el trabajo real del cuidado, etc. Pero resulta evidente que atención, responsabilidad, compromiso, capacidad de respuesta y acogida, confianza y solidaridad, en el sentido pleno que les damos como humanos, no son atributos de la IA actualmente. ¿Evolucionará la IA hasta conseguir una alineación de sus objetivos algorítmicos con esos atributos morales en el campo de la salud y del bienestar social?  A pesar de las dificultades que ello conlleva algunos expertos apuestan que sí.

Castells (2023), afirma que la tecnología moderna favorece la comunicación, facilitando así las conexiones humanas, diseñando nuevos tipos de comunidad y sociedad, y que ello significa una mejora en muchos ámbitos de nuestras vidas, incluida la salud y el desarrollo social. Eso es así ciertamente, si lo miramos desde un punto de vista puramente sociológico, pero lo que puede que no tenga suficientemente en cuenta, en su optimismo, es la dimensión ontológica del ser humano, la calidad y la profundidad con la que se entrelazan esas relaciones que se establecen en momentos de fragilidad y que van más allá de la información que se intercambia protocolariamente.

Ante ello surge la pregunta sobre ¿qué tipología de relaciones se van generando ya entre los diferentes agentes presentes en nuestras instituciones teniendo en cuenta que la IA va siendo y será cada vez más un agente determinante? Ese interrogante nos lleva a preguntarnos seguidamente sobre ¿qué tipo de comunidad asistencial se desarrollará en nuestros centros en base a estas nuevas relaciones cuyo valor principal es la eficiencia del sistema? Un sistema que se alimenta con datos ciegos al futuro, puesto que procesa datos que representan y describen hechos preexistentes, fijados en el pasado más o menos inmediato.

Por todo ello no es irrelevante seguir profundizando en la posible evolución de la disposición anímica de la IA, con la que nos escuchará para poder detectar la sutileza profunda de la necesidad expresada, tocarla, y desde ese contacto profundamente empático agudizar los sentidos para promover lo posible, lo que está por darse, lo por nacer. O, como dice Toni Boix (2023), la intimidad doliente gusta de los números de prestidigitación en los que uno no sabe si atender a las palabras o a los gestos, permitiendo así que por un breve lapso de tiempo sintamos la magia de la comunión comprensiva y compasiva.

Situándonos en nuestro ámbito de la atención espiritual, hoy por hoy la IA, en base a la información que absorbe a diario, puede ayudarnos en nuestros acompañamientos a ordenar información de tipo cultural, religioso o moral; a explorar cuestiones espirituales; a introducirnos en una gran variedad de herramientas, indicándonos las adecuadas para el perfil de la persona a la que atendemos; a guiarnos en el análisis de textos sagrados rescatando lo más significativo para la persona… y todo ello simulando “ser” una excelente conversadora y compañera de camino. Pero debemos tener en cuenta que en ese transitar con ella nos va influyendo de modo muy sutil en nuestro acercamiento y comprensión de la conciencia y la existencia humanas y, sin ni tan siquiera darnos cuenta, irnos llevando a servir, por encima de todo, a los intereses de esos pequeños dioses que están produciendo estas nuevas tecnologías y lucrándose con ellas.

Ante esos peligros, a algunos teóricos, tanto del campo de la tecnología como de los humanidades, les preocupa la relación de la IA con la espiritualidad en lo referente a la deshumanización por la pérdida de la conexión emocional y espiritual, las implicaciones éticas, el sutil control y la manipulación de las creencias, la pérdida de libertad, los cambios en la comprensión de la consciencia y existencia, la no alineación con los valores espirituales en la toma de decisiones, el crecimiento en la confianza en la IA anteponiéndola a la sabiduría interior propia y ajena, los nuevos desafíos que plantea ante la búsqueda y la experiencia de sentido, la soledad y el aislamiento, la dificultad en la creación de comunidades de fe abiertas al futuro, etc.

Nos olvidamos a menudo del frenesí con el que vivimos en este siglo XXI arrastrados por el inexorable paso de un tiempo cuya aceleración se multiplica exponencialmente al ritmo de la velocidad que nos imponen las herramientas computacionales y en particular las que usan IA. Resuenan muy actuales las palabras de Nietzsche, que recoge Han (2015), cuando escribía hace ya más de 100 años que “por falta de sosiego nuestra civilización desemboca en una nueva barbarie. En ninguna época se han cotizado más los activos, es decir los desasosegados. Por ello se han de tener en cuenta las correcciones necesarias que conviene hacer al carácter de la humanidad, fortalecer en una amplia medida el elemento contemplativo.”

Ese factor de protección contemplativo, gratuito y aparentemente ineficaz, ¿no debería estar presente en nuestros centros, cada vez más entusiasmados por la potencialidad, la rapidez, y la magia de la IA? La atención espiritual y religiosa, como parte de esa atención que ofrecemos en base a la hospitalidad, debería no olvidar la centralidad del ser que sufre y ser capaz de ofrecer una medida de tiempo humanizada en los procesos terapéuticos. Y, aprovechar, como no, esos maravillosos espacios celebrativos e inútiles para la “algocracia” (Marco Scholemmer, 2019), que disponen el espíritu humano a la contemplación del misterio y a la gracia.

03 | La IA puede utilizarse como acelerador y mediador en los cuidados, pero está lejos, y es muy improbable que sustituya, al vínculo emocional y espiritual sanador que el ser humano ha perfeccionado a lo largo de años de evolución (Síntesis)

Hemos podido comprobar, ante los puntos anteriormente expuestos, y por lo que percibimos en la realidad que nos rodea, que la IA y otros desarrollos tecnológicos como chatbots, realidad virtual, etc, han venido para quedarse y su desarrollo tiene una velocidad nunca vista anteriormente.

En el ámbito de la salud y las ciencias sociales este desarrollo tecnológico puede ayudar en situaciones como distraer, reducir la ansiedad, aminorar la desconexión personal, acercar otras realidades culturales, facilitar la relajación, y además podrá permitir una atención por parte de los profesionales más precisa y rápida basada en el BigData.

Cuando además del cuidado de las personas en aspectos sanitarios o sociales, contemplamos su cuidado y acompañamiento espiritual, pueden surgir mayores dudas al analizar los beneficios o dificultades que presenta la IA.

Ya hay bastante literatura y experiencia en la llamada Inteligencia Artificial Emocional (también llamada cómputo afectivo) que analiza el estado emocional de una persona a través de la visión artificial, reconociendo patrones, alteraciones momentáneas y distancias entre los rasgos faciales de una persona. Actualmente es utilizada en neuromarketing, salud mental, medicina, seguridad, atención a clientes y educación.

En las últimas dos décadas, la inteligencia artificial ha integrado el uso de modelos de aprendizaje profundo. Además, los ha combinado con estudios de neuroimagen en pacientes psiquiátricos. Así, mediante el aprovechamiento de información neuroanatómica y neurofuncional, estos modelos permiten clasificar con mayor precisión a personas con trastornos psiquiátricos, como la psicosis (Vieira et al., 2017).

La depresión y los trastornos de ansiedad son dos problemáticas frecuentes en salud mental y, por lo tanto, también se han estudiado posibles intervenciones con chatbots. Especialmente, las investigaciones se han centrado en adolescentes y jóvenes adultos.

Por ejemplo, Dosovitsky y Bunge (2023) evaluaron la aceptabilidad y eficacia de un chatbot diseñado para ayudar a adolescentes con depresión. Entre los resultados hallaron que la mayoría de los participantes informaron experiencias positivas con el chatbot.

Pero, ¿Dónde queda el beneficio del vínculo terapéutico que es necesario en situaciones de sanación emocional o espiritual, como es el caso que abordamos?

Las personas en situación de sufrimiento, sin importarnos la etiología de dicho sufrimiento, necesitan del acompañamiento y del encuentro con el otro que le sirva de herramienta canalizadora de su narrativa. Pero, además necesita elaborar y crear vínculo con ese otro. No sana tanto el rol profesional que se desempeñe, sin desdeñar el conocimiento concreto de éste, sino el vínculo terapéutico que se establece con dicho profesional.

El vínculo terapéutico se refiere a la relación de confianza y conexión que se establece entre el paciente y el terapeuta. En este caso entre usuario y agente de pastoral o profesional en la asistencia espiritual. Según el psicólogo David Wallin, el vínculo es una base segura que fomenta la exploración, el desarrollo y el cambio. Es a través de este lazo que el paciente puede sentirse comprendido, validado y acompañado en su proceso de sanación.

La relevancia de un vínculo sólido se revela en confianza y apertura al otro. Un vínculo fuerte facilita que el paciente se abra emocionalmente y comparta aspectos íntimos de su vida. A través del vínculo, el paciente aprende a gestionar sus emociones, desarrollando herramientas para enfrentarse al malestar emocional, pero también a regularlo. El vínculo fomenta y refuerza el sentido de pertenencia, la identidad como ser merecedor de atención, cuidado y afecto. Y las relaciones establecidas en procesos de sanación ayuda a reforzar otras relaciones para que sean más saludables y equilibradas.

Por tanto, reforzamos el uso de IA como herramienta mediadora, pero subrayando la idea de que la sanación espiritual (y otras) requiere del encuentro reconfortante y vincular con otro. Y este vínculo ayuda a reforzar vínculos también en la esfera de lo transcendente. Ya que está se nutre de nuestra experiencia como seres relacionales y viceversa. 

Notas
[1] Johanson, D.C.; Edey, M. A. (1981). Lucy: The beginnings of humankind. New York, NY, Simon and Schuster.
[2] Ribeiro, F. et al. (2020). A Importância da IA na Melhoria da Acessibilidade aos Cuidados de Saúde. Health Technology Review.
[3] Pinho, E. (2021). A Inteligência Artificial como Ferramenta para Melhoria das Interações em Saúde. Journal of Health Informatics.
[4] Figueiredo, H. F. (2019). Tecnologia e Empatia: O Papel da IA na Humanização dos Cuidados de Saúde. In: Human-Centered Health Care: Innovations and Technologies, Editora Saúde e Tecnologia.
[5] Castells, M. (2023). “Os sistemas dos países não mudam por escolha, mudam por necessidade”, Entrevista ao Jornal Público (23 de julho de 2023).
[6] No hablamos aquí de la singularidad en la que insiste Ray Kurzweil (de la que tomamos nota por curiosidad, pero de la que nos distanciamos) por la que, una vez alcanzada, nos transformaríamos en «máquinas espirituales»: trasladaríamos nuestras mentes a superordenadores, ganando la posibilidad de vivir eternamente (la gran aspiración humana) y nuestros cuerpos serían así inmunes a la enfermedad y al envejecimiento. Resolveríamos así un viejo problema, el de la mortalidad, y situaríamos a la humanidad en una era post-biológica. (Kurzweil, Ray. (2005) The singularity is nearer. When we merge with AI. Penguin, New York). Ver más actualizaciones y matices al respecto en Kurzweil, Ray (2025) La singularidad está más cerca. Barcelona: Deusto. Centro de libros PAPF, SLU.
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Papa Francisco, La inteligencia artificial, discurso pronunciado el 14 de junio 2024 en Borgo Egnazia en el marco de la G7
La inteligencia artificial al cuidado de la persona (I) (2024) en Labor Hospitalaria.  339. Número completo.