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La Inteligencia Artificial al cuidado de la persona (II): los nuevos retos para la Bioética

La Jornada del Enfermo o la caricia de Dios a quien sufre. En estas fechas estamos invitados a detenernos, para escuchar y contemplar el misterio del sufrimiento a la luz de la esperanza. En las jornadas del enfermo tomamos consciencia de cómo el cielo quiere salir al encuentro de la fragilidad humana.

Somos conscientes de lo importante que es dar esperanza. Hemos de estar al lado del enfermo, de la persona que sufre. Con compasión, con amor concreto. Tenemos que ser para quien sufre, las manos la voz la ternura, la humanización continua de Dios.

Los centros asistenciales y de acogida están llamados a suavizar y eliminar la sensación de soledad ante el dolor y el sufrimiento al poder compartirse mediante el acompañamiento y la cercanía. Y siempre al fondo la esperanza de vivir con intensidad cada momento de nuestra trayectoria vital.

A través del mensaje del Papa Francisco para este año 2025 podemos reflexionar sobre la presencia de Dios que permanece cerca de quien sufre, en particular bajo tres aspectos que la caracterizan:

  • El encuentro. Jesús, cuando envió en misión a los setenta y dos discípulos, los exhortó a decir a los enfermos: «El Reino de Dios está cerca de vosotros». Les pidió concretamente ayudarles a comprender que también la enfermedad, aun cuando sea dolorosa y difícil de entender, es una oportunidad de encuentro con el Señor.
  • El don. Ciertamente, nunca como en el sufrimiento nos damos cuenta de que toda esperanza viene del Señor, y que por eso es, ante todo, un don que hemos de acoger y cultivar, permaneciendo “fieles a la fidelidad de Dios”.
  • El compartir. Los lugares donde se sufre son a menudo lugares de intercambio, de enriquecimiento mutuo. ¡Cuántas veces, junto al lecho de un enfermo, se aprende a esperar! ¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor! El dolor y el sufrimiento puede llegar a ser el lugar teológico para encontrar a Dios.

Por más que se empeñe el transhumanismo en buscar la inmortalidad del ser humano, la inmortalidad sigue siendo la eterna reflexión del hombre. Pero el motor más poderoso de la homeostasis es el descubrimiento de que la muerte es inevitable. A Damasio le indigna que las tecnologías crean que la mente humana se puede descargar en un ordenador en busca de la inmortalidad.

Y ahora retomamos un gran reto pues el hombre se está tecnologizando en lugar que la tecnología se vaya humanizando. Tenemos la importante tarea de elaborar una buena convivencia entre el hombre y la máquina, reto que siempre hemos ido teniendo. No está hecho el hombre para la máquina sino la máquina para el hombre.

No debemos perder de vista el sentido de responsabilidad compartida e implicación, entre todos los agentes del progreso, para garantizar un futuro en el que las innovaciones digitales y el progreso tecnológico aseguren la centralidad del hombre. A la algocracia habremos de oponer la algor-ética oportuna. Para evitar el uso perverso de los nuevos instrumentos puestos a nuestra disposición. En consecuencia, el conocimiento, la educación y la formación de los usuarios de la Inteligencia Artificial (IA) es imprescindible, sobre todo en el sistema sanitario.

La IA puede ser un instrumento de enorme potencial con riesgos y retos que, por un lado, puede proporcionar respuestas rápidas a cuestiones muy diversas, no desarrollando al mismo tiempo el pensamiento crítico y la capacidad de resolver problemas, fundamentales para el éxito en la vida misma. Teniendo en cuenta todos los diversos desafíos que plantea el progreso tecnológico, se ha señalado la necesidad de un desarrollo en responsabilidad, valores, conciencia proporcional al aumento de posibilidades que ofrece esta tecnología, reconociendo que cuanto más se acrecienta el poder del hombre, más amplia es su responsabilidad.

Un desafío importante y una oportunidad para el bien común reside en considerar la tecnología dentro de un horizonte de inteligencia relacional, que hace hincapié en la interconexión de los individuos y de las comunidades y exalta la responsabilidad compartida para favorecer el bienestar integral del otro.

Hemos de considerar la llamada, provocada por la aparición de la IA en la escena mundial, a renovar la valoración de todo lo que es humano. El peligro no reside en la multiplicación de las máquinas, sino en el número cada vez mayor de hombres acostumbrados desde la infancia a no desear más que lo que las máquinas pueden proporcionarles.

Precisamos de sabiduría, el don que más necesita la humanidad para abordar los profundos interrogantes y desafíos éticos que plantea la IA: Sólo dotándonos de una mirada espiritual, sólo recuperando una sabiduría del corazón, podremos leer e interpretar la novedad de nuestro tiempo. 

Hacia una bioética personalizada

Desde hace medio siglo que emergió, ante la irrupción de los nuevos avances en tecnología que se incorporaban a la praxis sanitaria, la bioética ha ido madurando y evolucionando. A la par, también surgieron diferentes paradigmas de fundamentación y metodologías para tomar decisiones en situaciones de conflicto moral. Estas cuestiones están sufriendo, en este nuevo tiempo eje, la irrupción de un elemento inexistente hasta hoy: la velocidad exponencial en el análisis de datos, cursos de acción y propuestas terapéuticas para cada persona.

Cuando seamos diagnosticados por una IA; expropiados de nuestra individualidad genética diluyéndola en bancos de genomas; tratados solo aquellos que tengan suficientes recursos y proponiendo opciones terapéuticas basadas en un algoritmo al que no le podremos pedir responsabilidad por la decisión tomada, ¿no empezaremos a experimentar una nostalgia de humanidad? Cuando fiemos nuestra esperanza, por la fragilidad biológica, a terapias génicas regenerativas de nuestro ADN que tenía algunas bases fuera de su sitio en la doble hélice ¿no sucumbiremos a la frustración y desesperanza ante la inevitabilidad del límite y la finitud?

Ray Kurzweil en La Singularidad está cerca (2005), planteaba que los humanos podríamos transcender la biología, o la liberación del ser humano de sus cadenas biológicas y la consagración de la inteligencia como el fenómeno más importante de nuestro universo.

A medida que esta transformación se vaya convirtiendo en realidad, nuestra especie también se enfrentará a nuevos retos jamás antes planteados: un increíble aumento de la inteligencia no biológica, la inmortalidad y un progreso científico sin precedentes.

Y el mismo autor, en La singularidad está más cerca (2025) o cuando nos fusionemos con la IA, sigue preocupado y pronosticando que para 2029 la IA superará los niveles de la mente humana, y que para 2045 expandirá la inteligencia humana un millón de veces en formas inimaginables, al conectar nuestros cerebros directamente a la nube.

A partir de una evaluación detallada de las últimas innovaciones tecnológicas, esta publicación demuestra que el progreso en los campos de la biotecnología, la nanotecnología y la robótica nos acerca cada vez más a la singularidad, esto es, a la creación de un ser superior modificado por la ingeniería genética, alimentado y auspiciado por la IA e interconectado con otros cerebros.

La bioética como disciplina se ha de amplificar incorporando en su reflexión lo que suponen los elementos disruptivos de los datos y los metadatos que afectan a la condición humana. Y ha de hacerlo para evitar la disolución de lo real en lo virtual. El sufrimiento, el vacío existencial, la consciencia de la muerte, la necesidad de cuidar y ser cuidados, la compasión y la esperanza que salvan de la soledad, no pueden dejar de ser reales.

Los sistemas de IA deben desarrollarse e implementarse con total transparencia, mediante metodologías de validación rigurosas. Para ello, deben incluir un estricto control ético de la validación tecnológica de estos sistemas durante su desarrollo, antes de su puesta en marcha en el centro que corresponda y hasta el final de su ciclo de vida, cuando sea efectivamente implementado.

Al mismo tiempo, deben establecerse mecanismos de supervisión adecuados, de manera que puedan ser controlados y vigilados adecuadamente por seres humanos. Dada la importante repercusión que la IA puede tener en la sociedad y la necesidad de generar confianza, es fundamental que sea una herramienta para las personas y que tenga como objetivo último aumentar el bienestar humano.

Precisamos reivindicar los Comités de Ética de la Investigación que verifiquen el cumplimiento de los principios éticos y legales aplicables a la investigación con datos de salud; interviniendo fundamentalmente en la fase de diseño y desarrollo del sistema, y también en la fase de implementación, cuando un sistema de IA está ya certificado como un producto sanitario o conforme a otros modelos de certificación que resulten de aplicación.

Deben adaptarse a los avances tecnológicos en investigación, desempeñando un papel proactivo en la difusión de los principios éticos aplicables a la investigación en salud, de cara a fomentar una cultura de respeto por la intimidad y la confidencialidad de los datos personales, y facilite que en el sistema sanitario se vaya ganando la confianza suficiente para aplicar modelos de IA en la práctica clínica habitual.

En el documento que resumimos y reproducimos en Labor Hospitalaria ANTIQUA ET NOVA, (Nota sobre la relación entre la inteligencia artificial y la inteligencia humana) se nos invita a considerar que, según muchas opiniones sobre el tema, existe una presunción implícita de que la palabra “inteligencia” debe utilizarse del mismo modo para referirse tanto a la inteligencia humana como la IA.

Pero matiza y subraya en este sentido: en el caso de la IA, la “inteligencia” de un sistema se evalúa en función de su capacidad para producir respuestas adecuadas, es decir, las que se asocian a la razón humana, independientemente de la forma en que se generen dichas respuestas. Las características avanzadas confieren a la IA capacidades sofisticadas para llevar a cabo tareas, pero no la de pensar.

Como el tema de la Inteligencia Artificial ha venido para quedarse con nosotros y resultará una fuente de reflexión inagotable, nos quedamos con alguna conclusión provisional: tiene el potencial de mejorar la salud, la eficiencia laboral y las conexiones humanas, pero también puede reproducir perjuicios y prejuicios amenazando derechos fundamentales. Igualmente, la seguridad de los datos, la transparencia, la diversidad y la responsabilidad son aspectos clave de la ética en la IA, que habrán de ser salvaguardados con especial interés.

Precisamos introducir un enfoque de humanización, en el empleo de estas herramientas, para que no nos conduzca sin remedio a eliminar a la persona y su dignidad en el desempeño de nuestras tareas asistenciales. En definitiva, nos importa considerar la centralidad de la persona y su dignidad. Y es el contexto en que nos movemos en Labor Hospitalaria y, estas reflexiones nos pueden ayudar, personal y profesionalmente a saber acompañar a las personas que experimentan el sufrimiento en sus diferentes facetas y teniendo en cuenta que tratamos el sufrimiento con Humanización y Hospitalidad que está en el corazón del que acoge y acompaña.

Calixto Plumed Moreno O.H.
Director LH