La Inteligencia Artificial (IA) desarrolla algoritmos y modelos que permiten a las máquinas realizar tareas que normalmente requieren de la inteligencia humana, como la percepción, el razonamiento, el aprendizaje, la creatividad y la capacidad de planificar. En medicina, se utiliza para analizar grandes cantidades de datos y buscar patrones que puedan ayudar a los profesionales sanitarios a tomar decisiones más precisas sobre el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades y/o procesos.
La investigación biomédica con IA puede contribuir a descubrir nuevos medicamentos y terapias, facilitando la instauración de una medicina personalizada que permita ofrecer a cada paciente un tratamiento individualizado con la pauta de administración más precisa. Para ello, deben llevarse a cabo estudios clínicos cuyas conclusiones permitan implementar en el ámbito sanitario sistemas de IA seguros y con una finalidad pertinente.
La IA analiza grandes cantidades de datos, por lo que su desarrollo presenta una serie de retos éticos y jurídicos que deben tenerse en cuenta tanto en su desarrollo como en su implementación: aspectos éticos relacionados con la privacidad y seguridad, o la repercusión legal, laboral o personal de una posible revelación no autorizada de datos personales. La legislación y las diferentes guías éticas han asignado a los Comités de Ética de la Investigación la supervisión ética de la investigación, motivo por el que es fundamental que investigadores y miembros de los comités se familiaricen con las particularidades que presentan estas investigaciones.