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LH 334_pag 102-103
experiencias | Num.334 | 06/8
A través de nuestra mirada.

Carolina Muñoz de la Cruz,
Enfermera psiquiatría. Clínica Nuestra Señora de la Paz. Madrid.

Han pasado más de dos años desde que comenzó todo y seguimos pensando en ese periodo de tiempo como extraño y cercano, pero a la vez lejano. Las tareas enfermeras de nuestro día a día hace que olvidemos a veces esos momentos desagradables que vivimos ante nuestras miradas incrédulas.

A pesar de ello no olvidamos, y cuando recordamos nos suceden imágenes de aquellos días de interminables jornadas de trabajo más unidos si cabe que nunca, porque si de verdad hemos aprendido algo, es que en los momentos difíciles nos ayudamos los unos a los otros no importando nada más.

Empezamos siendo escépticos al escenario que se nos presentaba, no disponíamos de mucha información sobre el virus e intentábamos muchas veces entre nosotros los enfermeros darle sentido a algunas cosas, desterrando con lógica ideas de cómo se transmitía el virus, (no todo lo que decían los medios ni las redes era creíble), teníamos información suficiente sobre otros virus y nos negábamos a creer algunos tiempos y formas de contagio, esto lo hemos mantenido hasta ahora y no estábamos equivocados, eso sí, al comienzo de la pandemia no sabíamos dónde se encontraba el límite entre intentar no alarmar a los pacientes que acudían a urgencias, y ser cautelosos manteniendo la protección adecuada, debíamos cuidarnos porque no estábamos seguros de cómo iban a ir transcurriendo los acontecimientos.

Al principio disponíamos de escaso material y además de protegernos con el que nos proporcionaba la clínica, utilizamos el que nos ofrecían padres de compañeros y empresas externas, que nada tenían que ver con nuestro trabajo pero que nos fue de verdadera ayuda y que desde aquí aprovechamos para agradecer enormemente.

Esos días fueron intensos, afrontábamos jornadas de trabajo que para nosotros que nos dedicamos a la salud mental eran inusuales y que para nada estábamos acostumbrados.

Empezábamos nuestra jornada a las 8:00 am vestidos con el tan incómodo EPI (equipos de protección individual) y no podíamos parar hasta terminar de atender y proporcionar todos los cuidados a todos los pacientes de seguido que presentaban el virus, para así optimizar recursos por falta de material y poder seguir con el resto de pacientes ingresados.

Y cómo si de un extraño fenómeno se tratase, los pacientes que habitualmente tratábamos con enfermedad mental que por sus patologías cursan a veces con estados de inquietud, alteraciones conductuales y de agresividad, mostrándose muy demandantes, nunca se portaron tan bien y fueron tan benevolentes como en esa época, ya que veían el sacrificio, el cansancio y el esfuerzo de todo el personal sanitario.

Vivimos esos momentos con incertidumbre, con miedo a volver a casa y poder contagiar a nuestras familias, pero sin miedo y sin temor a enfrentarnos al virus día a día. No digo que en algunos momentos no tuviéramos miedo, pero primaba por encima de todo y era más importante que el paciente no empeorase y no estuviera sólo. Se debía de tener en cuenta que luchábamos contra el hándicap de pacientes que presentaban algún trastorno mental además de haber contraído el virus, por lo que se hacía más difícil que permanecieran aislados en sus habitaciones.

Actualmente continuamos en alerta con la mirada dirigida hacia un futuro incierto y aunque hemos aprendido a manejarnos y a tratar el SARS –CoV-2 como un virus que ha venido para quedarse, tenemos cierta inquietud al pensar que puedan venir situaciones similares a la que hemos vivido, no sé si volveríamos a tener esa fuerza y ese empuje para afrontar y ver de nuevo ese sufrimiento ajeno, pero que en cualquier momento nos podía tocar a cualquiera.

No obstante, a pesar de todas las muertes acontecidas, el ser humano ha demostrado que es imparable y no permanece inmóvil ante cualquier situación difícil, aunque si bien es cierto, los momentos vividos de unión, solidaridad y cariño hicieron que el ánimo no flojease y que siguiéramos adelante paso a paso y día a día sin pensar a donde podíamos llegar y si había en algún momento un final próximo o lejano.

Ahora hemos podido saber que muchos de nuestros compañeros al final del camino tuvieron que apartarse y pedir ayuda para ser atendidos por todo lo que vieron a través de sus miradas.

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