El autor nos enfrenta al sufrimiento de los momentos de etapa final de vida que son de gran trascendencia y expone que no tienen por qué estar relacionados con el dolor físico. Si este sufrimiento se hubiera vuelto refractario a los tratamientos debiéramos recurrir a la sedación paliativa para disminuir la consciencia a la persona que lo padece y garantizarle una muerte serena.
Es un placer para mi dar inicio a esta Asamblea para la constitución de la Provincia San Juan de Dios de España, que unirá en una sola Provincia las tres que desde 1934 han existido hasta la actualidad.
En este lugar tan profundamente significativo para nuestra Orden por su valor simbólico, histórico y sobre todo espiritual, después de asumir este servicio a la Orden en España quisiera con mis primeras palabras traer a la memoria a san Juan de Dios, cuya vida es modelo para la consagración de los Hermanos e inspira también la vocación a la Hospitalidad de los Colaboradores.
Hoy esta Basílica se pone sus mejores galas, vamos a vivir un momento histórico en la vida de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en España. Ochenta y siete años de diferencia han pasado entre 1934 y 2021, o lo que es lo mismo el periodo en el que han convivido tres Provincias: la Provincia de Aragón, la Provincia Bética, la Provincia de Castilla y la constitución de la Provincia San Juan de Dios de España que hoy ve la luz.
La pandemia de COVID-19 que desde hace al menos un año azota al mundo está mostrando, además de la propia fragilidad humana, que los seres humanos estamos estrechamente relacionados.
Cuando la enfermedad se presenta sin llamar a nuestra puerta o a la de nuestros seres queridos, nos sentimos, a la vez, desamparados y vinculados de una manera nueva y aún más profunda. La enfermedad, aunque cierra muchas posibilidades, abre ciertos espacios en los cuales es posible “sentir y gustar internamente” que somos hermanas y hermanos. La enfermedad, paradójicamente, puede vivirse como espacio de fraternidad.
La confianza es una actitud necesaria para abordar cualquier relación interpersonal. La atención a los procesos de vulnerabilidad social o en salud necesita de relaciones entre personas desconocidas en momentos clave de crisis existenciales. En estos momentos, la asistencia integral juega un papel preponderante. Pero sin generar una relación de confianza no puede existir un resultado satisfactorio.
La atención holística de la persona, es la base de los cuidados de Enfermería desde mediados del siglo XX. Sin embargo, esta forma de cuidar ya formaba parte del modelo de cuidados juandediano desde el siglo XVI. La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios se caracteriza por la hospitalidad, valor central de la misma, alrededor de la cual gira la formación integral de sus centros docentes, donde se preparan profesionales sanitarios que incorporan este valor y se manifiesta en unos cuidados holísticos centrados en la persona. Unos cuidados con hospitalidad que a día de hoy son medibles mediante una escala del mismo nombre.
La llamada del director de Labor Hospitalaria a participar en un número monográfico sobre la ética del cuidado me obliga, por amistad y por compromiso intelectual. Esa temática es para mí conocida y querida, sobre todo desde que hace ya años dirigí la magnífica tesis doctoral de Marta López, doctora en Teología y enfermera, en la cual descubrí la potencia inagotable de la materia. Aquí no quería reproducir sin más argumentos ya abordados en el pasado o volver a enfoques de escritos recientes con motivo de la pandemia. La vertiente de novedad que he encontrado para este artículo consiste en vincular las categorías “cuidado” y “encuentro” y ver cuánto da de sí ese vínculo para la ética.
El Hno. Jesús Etayo nos plantea la misión de la Iglesia como una misión integral para ofrecer la alegría de la salvación al mundo mediante la compasión de la gente, especialmente de los más necesitados, y la identificación con los más vulnerables. También nos expone una Iglesia cuya característica esencial es su misión samaritana porque en el centro de esa misión está el ser humano y el mundo que es amado, perdonado y salvado por un Dios compasivo, misericordioso y lleno de ternura.